Roma, ciudad para ser paseada, es la traducción del título. Y es el mejor recuerdo que me llevo. Sus calles, sus adoquines, sus edificios, sus plazas (me encantan sus plazas), sus iglesias… si no fuera una ciudad que vive de espaldas al río, casi despreciándolo (una pena que el Tiber no de la vida que da el Sena a París, o el Gualdalquivir a Sevilla) se acercaría mucho a la ciudad perfecta.
Si vas a Roma, camínala. Paséala. Vívela. Cómela. Bébela.
Un espresso en Sant Eustachio, un Aperol Spritz nocturno enfrente del Panteón mientras cae tormenta, un panini de porchetta o un gelato en Trevi.
Y pasta. Carbonara en Trattoria Antonio, all’amatriciana en el Trastevere, pizza en cualquier lado…
A continuación, miscelánea de fotos callejeras.
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Historias de Roma (VII): Colisseo y Foro
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